El Camino de Santiago es también conocido, no por casualidad, como Camino de las Estrellas. Su historia está marcada por los grandes ciclos astrales, mientras su elevado poder simbólico y espiritual está ligado al Sol y las estrellas. Por eso, cuando el peregrino empieza su andadura, se introduce en un viaje cósmico, iniciático y transformador que va mucho más allá de lo que imagina.

Es evidente que esa franja del norte de España encierra una magia ancestral estrechamente vinculada con el Cosmos. Quizá las estrellas se encapricharon de esa zona y le regalaron un sentido y significado especiales. Algo que también comprobamos en las maravillosas pinturas del Altamira, probablemente, el primer atlas celeste.

La primera vez que tuve conciencia de la importancia del Camino de Santiago fue a principios de los años 80, cuando empezaba mi andadura como astrólogo profesional, a través de los estudios que Fernando Alonso publicó sobre Laxe das Rodas, unos petroglifos que podrían ser primitivos calendarios lunares, muestra inequívoca de que las primeras tribus que poblaron Galicia observaban los astros y trataban de guiarse por ellos.

Desde entonces, el Camino de Santiago ha supuesto para mí varias experiencias muy especiales. Una de ellas fue haber tenido la suerte de conocer a Juan García Atienza, incansable buscador e investigador de la intrahistoria, de esa historia que no cuenta la historia oficial, pero que, sin embargo, es la clave de todo. Por cierto, entre los numerosos libros que escribió, hay algunos sobre el Camino de Santiago. Junto a él y unos cuantos conferenciantes más -entre los que estaban Sánchez Dragó, el obispo de Pamplona o Torrente Ballester, con quien conversar era una auténtica delicia-, participé en el congreso titulado Heterodoxos en el Camino de Santiago (Pamplona, 1990), hace ya un cuarto de siglo.

LA HISTORIA OFICIAL DEL CAMINO

La historia oficial, como suele suceder, dista mucho de la historia verdadera o de una intrahistoria que, sin embargo, es donde habita el meollo de la cuestión.

La historia oficial dice que corría el año 813 cuando un eremita llamado Pelayo, que vivía en el bosque Libredón, donde hoy está la iglesia de San Félix de Solovio, en Santiago de Compostela, observó durante varias noches consecutivas unos misteriosos resplandores sobre un montículo del bosque, como si se tratara de una lluvia de estrellas. (I)

Alucinado, el eremita fue a contárselo al obispo Teodomiro y éste se dirigió hasta el lugar con un séquito donde, además de observar el mismo fenómeno, encontraron un sepulcro que albergaba tres cuerpos, y que identificaron como el Apóstol Santiago y sus discípulos.

Según el obispo, era un milagro, del que informó al rey Alfonso II de Asturias y Galicia, ante lo cual, éste decidió construir una capilla en aquel lugar, que pronto se convertiría en lugar de peregrinación y evolucionaría hasta que, en 1075, ya con el rey Alfonso VI, se inicia la construcción de la Catedral de Santiago.

LA IGLESIA TRANSFORMA UN ANTIGUO CULTO AL SOL

El descubrimiento del sepulcro señala un momento clave para que la Iglesia Católica se apropie de un culto solar y una peregrinación ancestrales y paganos. Objetivo que acabaría completándose, a lo largo de los siglos, gracias a una serie de factores históricos, entre los que destacaremos los siguientes:

  1. La di­visión de Roma y Bizancio (año 1054, con el Cisma de Oriente), con lo que Roma se propuso potenciar el papel occidental de la Iglesia.
  2. Las peregrinaciones a Jerusalén y Roma se habían hecho casi imposibles o representaban mayores peli­gros, debido a las Cruzadas y otros factores, como la peste negra.
  3. La reforma gregoriana, que pretendía buscar fórmulas unita­rias para la Iglesia, limpiar su mala imagen y reforzar la autoridad pa­pal.
  4. El románico, un nuevo estilo arquitectónico. El Camino de Santiago contribuyó al desarrollo del arte románico en España, que tuvo su época de apogeo entre finales del siglo XI y primera mitad del siglo XII. El arte románico fue el primer gran estilo claramente cristiano y europeo que consiguió formular un lenguaje específico y coherente aplicado a todas las manifestaciones artísticas. Surgió en Francia, Italia, Alemania y España, con algunas diferencias.
  5. La gran ruta comercial que pasó a ser el camino, gracias a la expansión demográfi­ca y económica que hubo en Europa hasta el siglo XIII.
  6. La necesidad de poblar tierras y traer guerreros, por lo que se otorgaban ciertas ventajas a los extranjeros y a los peregrinos.
  7. El Códice Calixtino, la primera guía de la peregrinación. El Códice Calixtino aparece en el siglo XII y se convierte en la guía del peregrino. Compuesto por misas, cánticos y sermones, dicen que algunos con la autoría del papa Calixto II, de ahí su nombre. Son cinco libros, el quinto es el que se considera la primera guía del peregrino.
  8. Los milagros, el mejor aparato propa­gandístico de la Iglesia.

PRISCILIANO Y LA ASTROLOGÍA

Sin embargo, no falta quien señala que Prisciliano podría haber sido el úl­timo mago druida y que, con toda probabilidad, fueran sus restos los que se hallaron en aquella tumba de piedra.

Prisciliano era un iniciado de profundas convicciones que aunaba el gnosticismo, el pitagorismo y el neoplatonismo. Tenía un profundo respeto por la naturaleza y consagraba las cosechas al Sol y la Luna, como se había hecho desde tiempos inmemoriales. Él y los suyos observaban los astros y hacían ceremonias nocturnas al aire libre, bajo las estrellas. Era un erudito y elocuente gallego, noble y rico, que llegó a ser nombrado obispo de Ávila. Sin embargo, empezó a predicar el ascetismo y atacar la conducta licenciosa de los clérigos en el año 379. Seis años más tarde, sería decapitado junto a algunos de sus discípulos.

En el año 396 se convoca un Concilio en Toledo en el que se obliga a los seguidores de Prisciliano a abjurar de sus ideas y “abandonar los errores de la secta”. Sin embargo, hay muestras inequívocas de que el priscilianismo pervive, como la presencia de clérigos con el pelo largo, lo que da lugar a la celebración de un nuevo concilio en Toletum en el año 400, en el cual se constata que once de los doce obispos de la Gallaecia eran priscilianistas.

No obstante, su doctrina arraigó, prueba de ello es que el papa Juan III convocó en el año 561 el I Concilio de Braga para intentar poner fin al priscilianismo con advertencias como ésta:

“Si algunos creen que los doce signos o astros que los astrólogos suelen observar, están distribuidos por cada uno de los miembros del alma o del cuerpo y dicen que están adscritos a los nombres de los patriarcas, como dijo Prisciliano, sea anatema”.

A Prisciliano le interesaba tanto la sanación del alma como la del cuerpo. Y para ello estudiaba y enseñaba las bondades de la Melothesia, una rama de la medicina y la astrología según la cual cada miembro del cuerpo corresponde a un signo del Zodiaco.

Siglos más tarde, con el tono dogmático y amenazante característico de la Iglesia Católica, aún andaban imponiendo condenas para intentar erradicar el paganismo, como se recoge en esta cita del II Concilio de Braga (año 572):

“No les está permitido a los cristianos conservar las tradiciones de los gentiles ni festejarlas, ni tampoco tener en cuenta los elementos, el curso de la luna, o de las estrellas, o la vana falacia de los astros, para la construcción de su casa, o para la siembra o plantación de árboles, o para la celebración del matrimonio…“

EL CULTO HELIÓLATRA Y EL MÁS ALLÁ

En realidad, este camino es mágico por varios motivos. El primer punto de magia es el mismo que subyace en la historia de los procesos de momificación del antiguo Egipto, la idea de la reencarnación, sugerida básicamente por ver cómo el Sol se va al más allá cada día languideciendo por el oeste y vuelve a este más acá por el este con intenso resplandor.

Tras las masivas emigraciones al este, en el segundo milenio a.C. los celtas trazaron un plan para regresar a los finisterres donde poder rendir tributo al sol, allí donde éste se hunde en el mar bañado en sangre y fuego, don­de muere para renacer al día siguiente. Sus iniciados, los druidas, po­blaron el camino de regreso de espirales y petroglifos iniciáticos.

Al­gunos historiadores, entre ellos, Avieno, han señalado que los Oestrymnios, antiguos po­bladores del noroeste de la península hasta la edad del Bronce, fueron expulsados por una inva­sión de serpientes. Pero cuesta creer una lectura al pie de la letra sobre estas afirmaciones. Se entendería, no obstante, si dijéramos que llegó una tribu con cultos ofiliátricos y solares, como bien testimoniaron las marcas dejadas por ellos. Así, los Saefes (en griego, saepes=serpientes) trajeron el uso del hierro o la cultura del Hallstatt y los campos de urnas, y se aposentaron en la antigua Galicia en el siglo VI a.C., llenándola de castros y producien­do la cultura castreña. En ellos tenían los santuarios de sus dioses y las sepulturas de sus muertos.

Es de reseñar que desde tiempos inmemoriales las serpientes, dragones y similares han representado, para el iniciado, los ciclos astrales. De hecho, los numerosos petroglifos repartidos por todo el paisaje gallego, llenos de espirales y cazoletas son testimonio del interés de aquellos pueblos por el estudio y la observación de los astros.

Una de estas tribus celtas eran los Nerios, habitantes de los finisterres y protegidos por el astro rey, la Es­trela Escura, y donde se levantaba el Ara Solis para solicitar los favo­res del Sol. El declinar de los celtas llegó a través de germanos y ro­manos, siendo los finisterres occidentales los últimos reductos de los druidas.

Sabemos por los clásicos que, además, los gallegos eran hábiles en adivinar el porvenir y que no tenían templos, pero sí lugares consagrados conocidos como Nemed. También sabemos que veneraban la naturaleza, árboles, fuentes, montes, etc. Justino habla de la veneración de aquellas gentes por el Mons Sacer (seguramente el Pico Sacro), como un lugar lleno de oro que, sin embargo, estaba prohibido tocar con hierro, y tan solo se podía extraer el oro cuando un rayo lo dejaba a la vista. En realidad, ese monte se conocía, en primera instancia, como Illicinus, sobrenombre de Júpiter, dios del trueno, y a quien se le atribuía la regencia del roble (ilex -icis). Sin duda, ese monte era sagrado desde tiempos del Neolítico.

PEREGRINAR PARA HACER MAGIA

El viejo axioma hermético “como es arriba, es abajo” tiene múltiples interpretaciones. Una de ellas, los dos tipos de ciclos principales que existen en Astrología:

I) Ciclos cortos o personales, microcósmicos: Relacionados con lo rápi­do, lo efímero, la proximidad e incluso la concreción. Influyen especialmente sobre la materia.

II) Ciclos largos o transpersonales, macrocósmicos: Relacionados con lo lento, lo trascendente, la lejanía e incluso la abstracción. Influyen especialmente sobre el espíritu.

Mientras el cuerpo necesita o se alimenta con la energía de los alimentos, el espíritu necesita o se alimenta con la energía del cielo, como dice Hermes Trismegisto:

“El alma es nutrida por el movimiento infatigable del cielo”

A corto plazo, nuestro cuerpo enferma cuando no respetamos las leyes de la Tierra, cuando no nos alimentamos, lo hacemos mal o no respetamos el cuerpo físico. A largo plazo, el espíritu primero y luego el cuerpo enferman cuando no respetamos las leyes del cielo, cuando cometemos pecados de tipo espiritual. Y estas enfermedades son más difíciles de erradicar que aquellas, además de necesitar mucho más tiempo para ello. Desde este punto de vista, la peregrinación puede ayudar a sanar tanto el cuerpo como el espíritu.

Grandes figuras como Paracelso han recalcado que la enfermedad es una falta de armonía con el Universo. Todos los maestros enseñan que es necesario trascender la experiencia y dimensión personal para alcanzar un estadio mayor que uno mismo y poder armonizar así con el Universo, con el Todo. Pero esto no es posible desde las experiencias cotidianas de una vida normal, en parte porque la trascendencia implica ciclos mucho más largos que los de la vida media del ser humano. Por eso es necesario recurrir a la magia para pasar de nivel. Para ello, se necesita un acto que podamos realizar y concretar aquí en vida.

Con este motivo surgieron numerosos ritos, danzas, procesiones y peregrinaciones, en los que se imita por analogía, consciente o in­conscientemente, a los movimientos del Cosmos. A través de ellos se ejerce una especie de magia para sintonizar con los dio­ses, para trascender y conectar con un fenómeno que, de otro modo, resulta demasiado lejano y lento para cumplir en una vida humana.

Visto así, la peregrinación se convierte en una intención de tras­cender la experiencia personal. Puesto que se trata de imitar y aprehender el ciclo largo, conviene que la peregrinación sea larga y se haga a pie, ya que se necesita más tiempo y, en consecuencia, apela más a la espiritualidad o nos acerca más a esa elevación que se pretende.

La Astrología explica así las peregrinacio­nes, porque, cuando imitamos los movimien­tos cósmicos, nos acercamos más a sus connotaciones espirituales.

FRACTALES, SUPRALÓGICA Y FE

De este modo, la peregrinación es la vida misma a pequeña escala. Podríamos decir que es como un fractal de la propia vida. El mecanismo es similar, al que da validez, por ejemplo, a una dirección secundaria, por la que un día determinado de efemérides equivale a un año de vida. De hecho, a lo largo del Camino se van viviendo diferentes etapas, sensaciones, condiciones climáticas, encuentros personales… Hasta el propio paisaje se comunica contigo y te lleva a diferentes estados de ánimo o reflexiones, así, por ejemplo, no es lo mismo el discurrir por las duras y secas tierras castellanas, que invitan al silencio y la reflexión, que hacerlo por las verdes tierras de Galicia.

El Camino de Santiago es un cruce de caminos constante, cual caduceo, que entraña un sentido metafísico y esotérico.

Estamos hablando de supralógica, fe y trascendencia, es decir, de algo que está por encima de la razón y la lógica, hablamos con connotaciones siempre inherentes a los grandes ciclos astrales.

Demetrio Santos lo explica así en su maravillosa obra Investigaciones sobre Astrología (páginas 877 y 878):

“Un animal inferior, tal como la hormiga, posee un universo limitado a sus sensaciones y experiencia, que puede ser de unos metros de diámetro a su alrededor. ¿Es acaso que sus ojos o sus sentidos no reciben sensaciones más lejanas, como, por ejemplo, de un hombre o un caballo que se acerca desde más allá de dicha distancia? Sí, su aparato visual es alcanzado por la luz de las estrellas y, lo mismo que el hombre, ve la estrella y ve al hombre y al caballo, pero no interpreta tales sensaciones; para ello tendría que comprobarlas con otros sentidos o con otra experiencia, recorrer el caballo, tocarlo con sus antenas, etc., y no tiene posibilidades de hacerlo dentro de su periodo vital o de su espacio-tiempo.

Esto mismo ocurre al hombre cuando se enfrenta con un conjunto (ciclo, grupo) superior a él: lo ve, pero no lo interpreta por falta de experiencia, capacidad cerebral o debido a su misma pequeñez. Las estrellas, galaxias, nebulosas, etc. las ve inconexas, son un rompecabezas sin relación de causa-efecto ni conexión lógica (su lógica) alguna.”.

EL CAMINO DE SANTIAGO Y LOS EJES DE LA TRANSMUTACIÓN

Una de las clasificaciones que reciben los signos del Zodiaco es la de Cardinales (Aries, Cáncer, Libra y Capricornio); Fijos (Tauro, Leo, Escorpio y Acuario) y Mutables (Géminis, Virgo, Sagitario y Piscis).

Los signos Cardinales son los de las iniciativas, las actividades nuevas y los cambios. Cuando el Sol entra en uno de estos signos se producen los cambios de estación: Primavera cuando entra en Aries; Verano al entrar en Cáncer; Otoño cuando entra en Libra e Invierno si entra en Capricornio. En todos estos momentos se operan fuertes cambios en la naturaleza. Los signos Fijos son los de la consolidación y la fijación, de modo que cuando el Sol transita por ellos la estación anual del mo­mento alcanza su máxima expresión. Y, finalmente, los signos Muta­bles son los que representan la dualidad, el movimiento y la transición hacia el cambio. Cuando el Sol pasa por ellos declina la estación al mismo tiempo que asoman los síntomas de la estación siguiente.

Cada uno de estos grupos está formado por un par de ejes de dos signos que son opuestos y complementarios a la vez, igual que el día y la noche no pueden existir el uno sin el otro.

Los signos Mutables -directamente relacionados con las peregrinaciones y más concretamente con el Camino de Santiago- contienen estos dos ejes: Géminis-Sagitario y Virgo-Piscis. Estos ejes representan la comunicación, el intercambio, tanto comercial como espiritual, el aprendizaje, los intereses comerciales y religiosos… y tantos otros aspectos que constituyen las principales causas de la importancia del Camino de Santiago.

VIRGO-PISCIS

El eje Virgo-Piscis, plenamente identificado con el cristianismo y con la Era Piscis, lo forman un signo de Tierra y uno de Agua. Representa la vida ordenada y contemplativa, la laboriosidad y la piedad, estando relacionado con el simbolismo y los monasterios que jalonan la peregrinación. Si Virgo rige las pequeñas cosas, los detalles y la cotidianeidad del camino, Piscis rige los grandes misterios de la vida y la dimensión trascendental de su conjunto. Este eje nos advierte de la necesidad de la antigua regla: “ora et labora”. Indica que es necesaria la fe, la oración o la meditación junto al trabajo para continuar en la brecha, para poder andar el camino que cada cual tiene que ha­cer en su vida. La peregrinación puede servirnos de muestra, a peque­ña escala, de lo que supone el camino de nuestras vidas.

GÉMINIS-SAGITARIO

En cambio, Géminis-Sagitario, un signo de Aire con uno de Fue­go, es el eje de los viajes, los contactos, de la conexión con lo extranjero y lejano, las publicaciones, el proselitismo y las conversiones. Es un viaje en el que siempre hay ingredientes de cultura y aventura. De hecho, esta peregrinación es muy internacional y cosmopolita. Géminis es el signo de los hermanos, recordemos que Santiago tenía un hermano apóstol, aparte de la muy especulada relación de parentesco entre él y Jesús. Sagitario es un signo de liderazgo espiritual y multitudinario. El nombre que Jesucristo le daba a Santiago era Bonaerges (= hijo del trueno), clara alusión a Júpiter, dios del trueno y regente del signo de Sagitario. Es famoso el caballo blanco de Santiago, quien, por cierto, suele presentarse con una doble imagen o de forma ambivalente, unas veces como protector de peregrinos y otras a lomos de su caballo matando infieles.

El Camino va claramente de Géminis a Sagitario, donde Gé­minis representa las entradas del Camino, siendo dos las más conocidas, como no podía ser de otro modo, que confluyen en Puente la Reina. Sagitario, en cambio, se asocia con Compostela y Finisterre, porque es un signo que apunta al final, a lo más lejano, a los confines del mundo que se conocía cuando se estableció el Camino. Géminis es el transitar del día a día, el camino que se recorre, mientras Sagitario es la ex­periencia trascendente que supone realizar la peregrinación, el fin último que se persigue al realizarla. El simbolismo es precioso: con Géminis se empieza un camino de conocimiento y descubrimiento, lleno de curiosidad, pero al llegar al final, que debe ser Finisterre (el fin de la Tierra), se acaba el camino. Justo allí, donde el Sol muere, de forma simbólica muere también nuestra anterior vida para dar paso a nuestro nuevo ser.

LA VÍA LÁCTEA

Es muy interesante que el Camino de Santiago se denomine también como Camino de las Estrellas, en referencia a la Vía Láctea. En numerosas mitologías, la Vía Lác­tea se identifica con el Gran Río por el que discurren todas las almas en sus transmigraciones. Si en una noche clara y en un lugar despejado, observamos la Vía Láctea, vemos una especie de banda lechosa que parece discurrir como un río celeste. Es la zona ecuatorial de nuestra galaxia y por eso muestra una mayor concentración de estrellas. Para numerosas culturas, todos esos puntitos que brillan en esa franja de la Vía Láctea serían almas en peregrinación al más allá. También los druidas lo consideraban como el ciclo más largo y lo relacionaban con la inmortalidad del alma.

LOS GRANDES CICLOS ASTRALES Y LA HISTORIA DEL CAMINO

La historia del Camino, por otra parte, está vinculada a los ciclos entre Urano y Neptuno. Mostraremos un ejemplo con unas cuantas conjunciones entre ambos, que se repiten aproximadamente cada 175 años.

En la relación que viene a continuación, conviene tener en cuenta que este tipo de conjunciones está en orbe de acción durante unos quince años, entre el antes y el después de la fecha central de las conjunciones citadas aquí:

Año 794. Conjunción en Virgo

El año 795 fue elegido papa León III, el principal aliado de Carlomagno.

Carlomagno fue coronado emperador en Roma (año 800), con la firme voluntad de convertir al catolicismo cualquier atisbo de paganismo a cualquier precio.

En el año 811, el monje Pelayo da cuenta de unos extraños fenómenos en el monte que conducen al supuesto descubrimiento de la tumba de Santiago.

Cabe pensar que esta historia oficial que se cuenta al respecto podría ser únicamente un arma propagandística o proselitista de la Iglesia Católica, puesto que necesitaba “milagros” y golpes de efecto importantes para poder poner imponer sus creencias y borrar las anteriores, una maquinaria que se impuso a marchas forzadas tras la coronación de Carlomagno.

Año 965. Conjunción en Libra

El obispo Godescalco llega a Santiago con un grupo de peregrinos, lo que da fe de la dimensión internacional del Camino y, al parecer, generó un aumento exponencial de peregrinos a partir de entonces.

En 962 es coronado Otón I, en Roma, con el título de rey y sacerdote, lo que dio origen al Sacro Imperio Romano-Germá­nico, con la voluntad de recuperar el imperio carolingio de Carlomagno y dar nuevos bríos a aquel proyecto.

Inicios del Arte Románico.

Año 1136. Conjunción en Libra

En 1135 el monje benedictino Aymeric Pi­caud compila unos escritos atribuidos al papa Calixto II, de donde deriva el nombre de los mismos, Códíce Calixtino, que serviría, entre otras cosas, como primera guía del peregrinaje a Santiago.

Lotario II fue coronado emperador el Sacro Imperio Romano por Inocencio II en 1133.

Inicios del Arte Gótico, que muestra ya plenamente en la iglesia de Saint-Dénis, en Paris.

Año 1307. Conjunción en Escorpio

En 1300 el papa Bonifacio VIII convoca el primer Año Santo o Jubileo, por el que se concede Indulgencia Plenaria o perdón de todos los pecados a los peregrinos que vayan a Roma, algo que más tarde se haría extensivo a Santiago. Además, ratificó la catedral de Santiago.

Unos acontecimientos que, además, tienen enormes paralelismos con lo que representan los signos en los que se dan las respectivas conjunciones, como, por ejemplo, vemos en las dos corrientes artísticas que se inician con sendas conjunciones en Libra.

En cambio, algunas de las mayores crisis del Camino de Santiago se han dado bajo las oposiciones entre estos dos mismos planetas: Urano y Neptuno.

Notas

1.- Esta anécdota podría ayudarnos a entender el conflicto sobre las etimologías y toponimias acerca de Compostela, nombre que empieza a usarse en el siglo XI. Según Amor Ruibal y otros autores, lo correcto sería Compositum+ela (= zona de enterramientos). En cambio, otros apuntan al Campo de la Estrella (Campus Stellae).

Conferencia inaugural del 33 Congreso Ibérico de Astrología.

Este texto es la ponencia íntegra pronunciada por Vicente Cassanya en el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo (24 junio 2016).