Carlos III, el nuevo rey de Inglaterra, tiene una conexión muy especial con lo heterodoxo que ha llegado a levantar ampollas en diversos círculos, desde la misma casa real británica hasta círculos ortodoxos, religiosos y científicos, que ven esa tendencia con recelo.

El mago de la corona, la transformación espiritual del príncipe de Gales. Este es el título con el que la revista Año Cero (número 76, noviembre de 1996), dirigida por Enrique de Vicente, publicó un extenso artículo mío de ocho páginas que, al parecer, sigue “inspirando” artículos en periódicos de tirada nacional y programas de televisión, aunque no lo citen.

Así que, aquí está el artículo, en texto y en pdf, con los que se podrá contrastar perfectamente si lo que van contando son estos mismos datos.

CARLOS DE INGLATERRA Y LO PARANORMAL

Desde que se conoce el interés del príncipe Carlos por temas espirituales y poco ortodoxos para la ciencia, se han publicado todo tipo de historias populares, aunque no se han podido verificar. Por ejemplo, en abril de 1985, la revista Weekend publicó un artículo que tituló “Carlos el Cazafantasmas”, donde se decía que armado con cámara de fotos y cassette deambulaba noches enteras por las dependencias reales. Citaba además que, según un amigo de Carlos y Diana, habría aparecido el fantasma de Enrique VIII. Al parecer, Carlos pasó la primera noche en la librería, pero no pasó nada. La siguiente noche esperó en el claustro, donde se le apareció la figura de Enrique VIII caminando lentamente hacia él, casi hasta poderlo tocar, y pudo disfrutar de su presencia durante unos dos minutos. Enrique VIII gemía profundamente y Carlos grabó los ruidos.

Lo cierto es que su interés por el misterio viene de lejos

El renacimiento de Carlos de Inglaterra

Era el mes de marzo de 1977; el lugar, un espectacular paraje en Kenia. Por una vez, el príncipe Carlos podía caminar tranquilo, sin la presión de los medios, explorar y fundirse con la naturaleza, sentirse uno con las estrellas, la selva y los animales salvajes. Con privacidad, incluso con soledad.

Sin embargo, no se trataba de un safari normal, tampoco era únicamente una exploración selvática. En realidad, en aquel ambiente, Lo que Carlos de Inglaterra había puesto en marcha era una exploración de su propia alma. Nueve días más tarde, el 16 de marzo, Carlos salía de allí totalmente rejuvenecido. Ya de vuelta a Inglaterra, los reporteros dijeron que no hubo nada de especial interés en ese viaje. Pero estaban totalmente equivocados: el príncipe Carlos había renacido espiritualmente.

Cambios religiosos y psicológicos de Carlos

Apartándose de la ortodoxia de pensamiento y acción que envuelve a alguien de su posición, Carlos se encaminaba hacia ideas más personales e incluso revolucionarias acerca de cómo debemos vivir la vida los individuos. En público empezó a comportarse de forma diferente, más serio, con mayor curiosidad e incluso sabiduría. Mientras, en privado -afirman quienes le conocen- empezó a mostrarse más espiritual, más religioso, incluso con esotéricos intereses que abarcaban desde la alquimia medieval hasta determinados aspectos de la psicología.

Al mismo tiempo, Carlos estaba dejando de ver a la religión como una verdad absoluta, y empezaba a ver todas las religiones del mundo como contenedoras de una verdad relativa.

En este proceso personal había algo positivo: se estaba perfilando un futuro monarca sincero, idealista y abierto. Pero también se perfilaba un lado problemático: como cabeza de la Iglesia Protestante, era inadmisible su tendencia ecumenista, algo que podía provocar una gran crisis constitucional.

El acoso al que estaba siendo sometido y el compromiso en el que ponía a la familia real y la corona era tan grande que finalmente, en una entrevista de televisión (el 20 de octubre de 1985 en Independent Television News Documentary) lo negaría todo de forma aplastante: “no estoy interesado en el ocultismo, ni aficionado a la magia negra o cosas por el estilo, ni en extrañas formas de misticismo”.

Seguramente, el príncipe Carlos estaba diciendo la verdad. Sin embargo, había numerosos indicios de su interés por lo paranormal, es decir, por fenómenos que no pueden ser explicados por la ciencia moderna, al menos eso es lo que argumenta John Dale en su libro “Prince and the paranormal”, publicado por W.H. Allen & Co Plc, Londres, 1986. Vamos a ver como Carlos de Inglaterra tiene las siguientes creencias:

  1. a) Las coincidencias son señales. Cuando él encuentra una la analiza para ver hacia dónde apunta.
  2. b) Los sueños pueden predecir el futuro. Y éste es el principal motivo por el que tiene un diario de sueños y un bolígrafo junto a su cama.
  3. c) La medicina moderna debería incorporar el psiquismo y lo espiritual.
  4. d) Se pueden aprender muchas cosas de antiguos sistemas, como el I-Ching o la Astrología.
  5. e) Todas las religiones son, en última instancia, una.

El príncipe empieza a ser malinterpretado

Sin embargo, lo que era todo un síntoma de apertura intelectual y un ejercicio de claridad de espíritu, de sinceridad al manifestar sus propias convicciones, empezó muy pronto a ser malinterpretado, más aún, incluso algunos lo utilizaron como arma arrojadiza. Algunos tabloides de la prensa sensacionalista británica empezaron a ver en esa actitud del príncipe un capricho o una rareza, y su reputación empezaba a correr riesgos.

Para disgusto de Carlos, sus profundas creencias empezaron a ser utilizadas por el satírico programa de televisión “Spitting Image”. El experto consejero de Buckingham Palace, Michael Shea advirtió de los riesgos de exponerse tan a pecho descubierto a la opinión pública. Pero cuando el príncipe se dio cuenta y rehusó comentar en público ciertas cosas el daño ya estaba hecho.

La primera “coincidencia-indicador”

Carlos de Inglaterra ostentaba el cargo de presidente de la British Medical Association, aunque algunas de sus actitudes y discursos algunos las veían casi como una provocación. En 1982, con motivo de un discurso en función de dicho cargo, llegaría una de las primeras “coincidencias-indicadoras” que tanta importancia les atribuía el príncipe.

El propio Carlos explicaba a la escritora Anne de Courcy: “Lo más extraordinario es que estaba sentado en mi escritorio y mirando mi librería, cuando de repente mis ojos se fijaron en un libro sobre Paracelso”. (Paracelso era un sabio del siglo XVI que creía en una unidad cósmica y, como el príncipe, consideraba que todas las religiones eran parte de un gran todo). “Así que bajé el libro y lo leí, y traté de hacer el discurso sobre Paracelso revisando lo que él decía y las ideas que proponía. ¿No sería tiempo de pensar de nuevo acerca de la relación entre cuerpo y mente, o mente y espíritu?”

Así que su exposición versó en esa dirección, lo que le convirtió en líder de una gran controversia: ¿por qué la profesión médica estaba tan opuesta a la medicina alternativa? De algún modo, Carlos había sugerido que se podía aprender de Paracelso y lo mucho que la ciencia se había apartado de la naturaleza.

Pero el interés por todo lo que trascendía el mundo material había calado hondo en el príncipe, y algunas de sus afirmaciones no dejaban lugar a dudas. Y ésta es una de las que define mejor y de modo más contundente el verdadero pensamiento de Carlos: “Quizá debamos aceptar que sea voluntad de Dios el que los individuos poco ortodoxos estén destinados a años de frustración, ridículo y caída para jugar su papel en el esquema de las cosas hasta que llegue su día y la raza humana esté preparada para recibir su mensaje -un mensaje que probablemente encuentre duro de aplicar a sí mismo, pero sabiendo que proviene de una fuente más profunda que del pensamiento consciente”.

¿Qué pasó en Kenia?

Evidentemente Carlos tenía un dilema, pero había comenzado años atrás. ¿Cómo se había originado? ¿Qué había pasado en la mente y en el espíritu de Carlos para pensar de tal modo? ¿Por qué fue tan importante aquel viaje a Kenia?

La clave está en Laurens van der Post, un escritor y explorador que había sido consejero político de Lord Mountbatten, tío favorito del príncipe Carlos. Un hombre excepcional que ejerció una enorme influencia espiritual sobre el príncipe. Pero ¿quién era este personaje que contaba con 71 años de edad cuando se produjo la trascendental expedición a Kenia?

Armado con la dignidad nobiliaria de caballero en 1980, era el inspirador de la UK Wilderness Foundation, que llevaba a gente joven a los más remotos lugares de África e India con la finalidad de fortalecer sus caracteres y enseñarles a entender la naturaleza y su relación con el hombre. Era el propio Sir Laurens quien decía que esos territorios eran “en algún sentido, iglesias”, y, ciertamente, había algo profundamente espiritual en la fundación.

A muy temprana edad, este místico y aficionado a la psicología, héroe de guerra y confidente de algunas de las figuras más importantes e influyentes de este siglo, había empezado a interesarse por la interpretación de los sueños, una afición que no abandonaría en toda su vida. Tanto era así que su propia familia le apodaba “el soñador”. Pero él sabía, por sus propias experiencias, que los sueños poseían un significado más profundo y vital de lo que sus mayores imaginaban.

Sus múltiples experiencias y peligros a lo largo de la vida nunca le hicieron perder lo que él consideraba el lado africano de su mente. Continuó creyendo que los sueños contenían mensajes; era escéptico respecto al pensamiento occidental excesivamente basado en el razonamiento; creía que la intuición podía ser, en ocasiones, una guía más válida que la razón y también creía que las coincidencias no debían ser ignoradas, sino interpretadas.

Esas eran sus ideas cuando su esposa Ingaret, analista junguiana, le presentó a Carl Gustav Jung, el hombre que reforzaría o radicalizaría sus ideas y, a través de él, las del príncipe Carlos.

Demasiadas “coincidencias”

Laurens van der Post había sido introducido en el círculo real a través de su antiguo jefe militar y amigo Lord Mountbatten, y no tardaría en descubrir que tenía una afinidad especial con el joven príncipe Carlos.

Muchos años antes, en 1925, Carl Gustav Jung había llegado a la misma área de Kenia donde fue Carlos 52 años después. Y precisamente fue su experiencia africana, y particularmente el periodo que estuvo con la tribu Elgoni, en el Monte Elgon, lo que le convenció de su más importante hipótesis, el Inconsciente Colectivo.

Exactamente el mismo año que Jung estuvo allí, la misma zona estaba siendo explorada por un joven de tan sólo 19 años, era Laurens van der Post. Pero estos dos hombres no se conocieron hasta 24 años después, en Zurich. No era esa su única coincidencia: ambos creían en el significado de las coincidencias, para ellos, producto de leyes cósmicas desconocidas. Y entablaron una amistad que duró los once años de vida que aún tuvo Jung.

La comunicación entre estos dos hombres no quedó sólo en cartas y encuentros personales. A la muerte de Jung, en 1961, Laurens Van der Post iba como pasajero en un barco por la costa africana cuando, no pudiendo conciliar el sueño, captó una imagen del viejo Jung que saludaba con su mano al tiempo que pronunciaba sus habituales palabras de despedida: “te estaré viendo”, antes de desaparecer lentamente. Diez años después de la muerte de Jung su espíritu aún estaba vivo para Van der Post, quien recibió otro tipo de comunicaciones.

Para entender las coincidencias Jung desarrolló su Teoría de la Sincronicidad. Interesado por el I-Ching, libro de filosofía china que propone una interacción entre el hombre y su entorno terrestre y cósmico, Jung elaboró varios escritos al respecto, que influyeron enormemente en Van der Post, como él mismo admitió, y, como Jung, creyó que entre la causa y el efecto hay una especie de “señal cósmica”.

Jung estaba convencido de que el Inconsciente Colectivo contenía todos los símbolos religiosos fundamentales y era el depósito de todas las aspiraciones religiosas; de hecho, era la prueba de la existencia de un mundo espiritual más allá del nuestro. Además, Jung llamaba a África “el verdadero país de Dios”. Trabajos arqueológicos recientes hacen pensar que la raza humana pudo comenzar en África, algo que Colin Wilson, el biógrafo de Jung, sospechaba que éste ya lo sabía por una especie de “segunda visión”.

De modo que la expedición del príncipe Carlos no tuvo nada de aleatoria, sino que fue específicamente dirigida a una zona con profundos significados espirituales para Laurens van der Post, quien declaró a la revista Harpers and Queen (noviembre de 1984) que Carlos había tenido una profunda experiencia religiosa en Kenia.

Pero, ¿qué pruebas hay del giro experimentado por Carlos en la dirección esperada? Tras el viaje, el príncipe empezó a tener interés por Jung y sus ideas acerca de la religión y el Inconsciente Colectivo, así como por la interpretación de los sueños, las coincidencias y la intuición. Hasta tal punto que escribió a un analista junguiano y acabó visitándole.

“Algo está ocurriendo”

En 1981, Laurens van der Post estaba leyendo un libro, “Algo está ocurriendo”, escrito por su buena amiga Winifred Rushforth, quien entonces ya contaba con 97 años de edad. Era un libro complejo, que sólo podía ser leído por alguien particularmente interesado en temas de religión, psicología, Jung y el Inconsciente Colectivo.

Van der Post -que fue elegido por Carlos como padrino del príncipe Guillermo- recomendó el libro al príncipe Carlos, quien no sólo lo leyó, sino que escribió a su autora y acabó visitándola en Edimburgo. Esta había expuesto en sus escritos algunas de sus propias experiencias acerca de como las coincidencias eran indicadores e incluso había descrito algún “gran sueño”, término junguiano que equivale a sueño profético. Asimismo, describía su creencia en la telepatía. Pudo haber sido Rushforth quien recomendase a Carlos escribir un diario de sueños. El propio príncipe admitió “recordar y grabar sus sueños”, y dijo: “Creo que uno puede aprender mucho de ellos”.

De todos modos, la correspondencia entre Carlos y la escritora quedó guardada en la intimidad de ésta, y, más tarde, en la de su hija, la doctora Diana Bates. En 1983, Carlos, esta vez junto a Lady Di, visitó nuevamente a Rushforth, y durante cuarenta y cinco minutos no paró de hacerle preguntas: “¿Por qué dice usted esto? ¿Qué quiere decir con aquello?

La conexión con el Espiritismo

En 1980, durante una visita del príncipe Carlos a un orfanato, estaba efectuando su ronda de apretones de manos cuando, de repente, preguntó a Derek Robinson, una de aquellas personas: ¿Es usted Espiritualista? -Sí, respondió. “Qué hermoso”, dijo el príncipe, “¿Conoce usted a Fricker? Estoy leyendo su libro. Es asombroso”.

Edward Fricker, que declaraba haber sido un niño en Tierra Sagrada en tiempos de Cristo y traído nuevamente a la Tierra para conducir su misión curativa, era un conocido sanador espiritual en Londres, y su libro sobre espiritualidad, titulado “Dios es mi testigo”, uno de los más asombrosos. Entre sus clientes se contaban numerosas celebridades, como Tom Jones o Christofer Lee, además del ex-rey Fahd de Arabia Saudí.

En realidad, el interés de Carlos por lo paranormal no era totalmente nuevo, ya que se remonta a seis generaciones de sus ancestros. Muy probablemente, el primer contacto de Carlos con el Espiritismo se produjo a la tierna edad de siete años, en los años 50. La princesa Maria Luisa, nieta de la reina Victoria, que entonces tenía ochenta años, era muy aficionada al Espiritismo, de hecho, era paciente de Harry Edwards, probablemente el más conocido de los sanadores espirituales. Edwards era un médium capaz de entrar en trance y contactar con el Otro Lado. El creía que sus poderes provenían de los espíritus de dos médicos pioneros, Louis Pasteur y Lord Lister.

Maria Luisa le compró a Edwards dos ejemplares del libro “Historias de espíritus para niños”, diciéndole que uno de ellos era para “un niño que usted conoce muy bien”.

Tras la desesperación y muerte originados por la I Guerra Mundial, el Espiritismo alcanzó su cénit en los años 30. Más de dos millones de seguidores querían contactar con los espíritus de sus seres queridos. En Inglaterra esto originó algunas polémicas, en las que intervino tanto la iglesia como la policía.

Pero eso no pareció afectar a la familia real. Algunos incluso están convencidos de que el capellán Canon Elliot, que estuvo al servicio de la familia real británica durante 31 años, con Jorge V, Jorge VI y la reina Isabel II, era un médium espiritista. El mismo dijo en una ocasión: “¿Por qué alguien puede pensar que es extraño o erróneo que alguien sensitivo como yo pueda oír voces desde el Otro Lado? No renunciar‚ a mi experiencia” Hay que tener en cuenta, además, que el capellán conocía personalmente la angustia de haber perdido a alguien querido, ya que su propio hijo de 16 años había muerto en accidente.

Sesiones de espiritismo de la realeza

En los años 50 la conocida medium Lilian Bailey contó una historia a su familia. Dijo que en 1953 recibió una llamada de alguien desconocido pidiéndole una de sus sesiones. En aquella sala a oscuras, al poco de comenzar la sesión, Bailey entró en trance y rápidamente contactó con su espíritu guía, William Hedley Wooton, capitán que había muerto en la I Guerra Mundial. Cuando salió del trance y se encendieron las luces la médium quedó realmente sorprendida al ver a la Reina Madre, la Reina, el príncipe Felipe, la Duquesa de Kent y su hija la Princesa Alexandra. La Reina Madre había enviudado hacía poco tiempo al morir el rey Jorge VI.

Parece poco probable que Lilian Bailey mintiese al respecto, porque estaba en posesión de la Orden del Imperio Británico por su trabajo auxiliador en la I Guerra Mundial y porque su historia aparece en la biografía semioficial de la Reina Madre. Además, Bailey ya poseía algún tipo de conexión con la realeza a través de Lionel Logue, el terapeuta que trató a Jorge VI con éxito. Tratando de evitar la desesperación e incluso el suicidio, Logue se había encaminado al Espiritismo a la muerte de su esposa en 1945, quedando sumamente impresionado con el espíritu guía de Bailey. Al parecer, Logue le habría contado sus sesiones espiritistas al rey Jorge VI, quien le confesó que su familia no era extraña al Espiritismo.

Pero algunos de los capítulos más sustanciosos de la relación entre los miembros de la realeza británica y determinados médiums se encuentran en la autobiografía de la Princesa Maria Luisa, la que probablemente regaló el primer libro de espiritismo al príncipe Carlos. Maria Luisa se aficionó al espiritismo en los años 30, a raíz de la muerte de su hermano Alberto, Duque de Schleswig-Holstein, y sus prácticas se incrementaron cuando se halló más sola al morir su hermana la princesa Helena Victoria en 1948. Empezó contactando con la conocida médium Estelle Roberts, quien se comunicaba a través de su espíritu guía indio Nube Roja. Pero en los años 50 se convirtió en paciente habitual del sanador espiritual Harry Edwards. Maria Luisa era una de las cinco nietas de la reina Victoria, de las cuales cuatro recibieron tratamiento espiritual en el famoso Santuario de Harry Edwards, y una de ellas fue la reina de España Victoria Eugenia, esposa del rey Alfonso XIII. Harry Edwards fue invitado al entierro de Maria Luisa, tal era el reconocimiento no sólo de ésta, sino de la familia real británica hacia el sanador, especialmente teniendo en cuenta el carácter privado del entierro.

También por línea paterna

Las conexiones del príncipe Carlos con lo paranormal no provienen únicamente de su línea materna, sino también por vía paterna a través de Grecia. Su tío favorito, Lord Mountbatten creía en los ovnis allá por los años 50, mientras era un miembro importante de la defensa en Inglaterra. El y su amigo Peter Murphy estaban convencidos de que los ovnis provenían de otros planetas, especulando incluso acerca de las posibles formas físicas de los extraterrestres. Además, Philip Ziegler, biógrafo de Mountbatten, escribió que éste sentía fascinación por la teoría de la reencarnación, al igual que su esposa, aunque estaba preocupado de que todas las almas reencarnadas provenían de antiguos reyes o personas sumamente importantes, y que nadie, en su anterior encarnación, hubiera sido una persona vulgar.

La princesa Alicia, hermana de Lord Mountbatten, y madre del príncipe Felipe también estaba sumamente interesada por cuestiones espirituales y temas místicos.

Aunque lo más interesante estaba precisamente en el trono griego, ya que tanto el rey Jorge II -depuesto del trono cuando Grecia fue declarada república en 1924-, como su hermano Pablo, que le sucedería en el trono, eran espiritistas, que acudían frecuentemente a las sesiones del espíritu indio Nube Roja, que se manifestaba en el número 17 de la calle Hillside, en Wimbledon a través de Estela Roberts, la más famosa médium que hubo entre las dos guerras mundiales.

Dos curiosas anécdotas existen al respecto: la primera es que Nube Roja predijo a Jorge II su retorno al trono, cosa que ocurrió en 1935; la otra es que el rey Pablo, cuando visitaba a Estela Roberts solía utilizar el pseudónimo de mister Constantino, precisamente el nombre que llevaría su hijo y sucesor.

Sin embargo, en esta familia había una excepción, una destacada persona que adoptaría una actitud prácticamente contraria. Era precisamente el príncipe Felipe, consorte de la reina Isabel II y padre del príncipe Carlos de Inglaterra. Lo que no imaginaba Felipe es que precisamente su hijo mayor también abriese su mentalidad a lo desconocido, algo que, al parecer, puede haber sido uno de los principales puntos de conflicto o falta de entendimiento entre padre e hijo.

La carta astral de Carlos de Inglaterra

Lo primero que desvela el horóscopo de Carlos de Inglaterra es que necesita profundizar y llegar a la verdad de las cosas, por más cruda y arriesgada que pueda parecer. Se trata de una persona que busca la esencia o el verdadero espíritu de la vida. Como Escorpio que es, necesita hurgar en lo más profundo, de rebuscar entre el misterio y descifrar enigmas. Sin duda, tiene cualidades innatas para la psicología y un espíritu detectivesco.

A ello hay que añadir dos aspectos fundamentales de su personalidad -debidos a la fuerte dominante de Plutón en su carta astral-: una necesidad inconsciente de enfrentarse a la autoridad o de ponerla a prueba y un gusto especial por las terapias y la transformación personal. Sin embargo, el destino de una persona plutoniana está marcado por la lucha, las intrigas e incluso por la angustia de existir.

Plutón, según las mitologías, era el dios del subsuelo, y tenía que permanecer oculto a los ojos de los demás. Cuando salía a la superficie tenía que hacerlo con una máscara, tapando su verdadera identidad. ¿Es eso lo que le pasa en la vida real al príncipe? A juzgar por la carta astral, así es.

Además, Carlos nació casi en luna llena, lo que marca una dicotomía entre sus convicciones o necesidades más profundas, por un lado, y las circunstancias de su vida, por otro.

Las estrellas dicen que, sin ninguna duda, estamos ante una persona sumamente interesada por el mundo oculto y con una amplia capacidad de comprensión. Sin embargo, que nadie piense que Carlos es un alucinado o un esotérico cualquiera. Su Luna en el signo de Tauro -precisamente el signo de su madre, la reina Isabel II- le confiere capacidad de análisis, pragmatismo y gran sentido de la realidad. Es decir, Carlos de Inglaterra se introducirá, por gusto, en temas espirituales, psicológicos, esotéricos y terapéuticos, pero nunca de una manera alocada, sino analizando y asentando intelectualmente los conocimientos que vaya adquiriendo.

Por otra parte, el aspecto Luna-Mercurio que muestra su carta astral es típico de personas que tienden a ser malinterpretadas, no sólo en algunas de sus palabras sino incluso en sus mejores intenciones. Es frecuente que se inclinen por la sensitividad y el retiro. Y, aunque aparentemente el príncipe viva en un pedestal, busca, en realidad, el retiro. Sin embargo, se trata de personas compasivas, y es un aspecto planetario que suele aparecer en horóscopos de reformadores.

Y ahora te toca a ti: ¿me puedes decir qué te parecen estos temas? ¿has visto o leído recientemente algo en esta línea? ¿te has fijado que cito el libro y autor en los que me basé para escribir este artículo cuando descubrí el tema? Me gustaría saber tu opinión. Gracias

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