Vivimos conectados, pero confundidos. Saturados de información, pero sin brújula. Y justo ahí, en medio del zumbido global, entra en escena un invitado de revolucionario, rompedor, sorprendente, eléctrico: Urano en Géminis. Este tránsito no es solo un cambio de frecuencia astrológica, es una señal del cielo para que repensemos cómo pensamos (si es que lo hacemos). Porque si Géminis rige la mente, el lenguaje, la comunicación, los pensamientos, los viajes, las redes neuronales y sociales… Urano es precisamente su octava mayor, y viene a hackearlo todo. Y lo hace con su estilo característico: inesperado, brillante… y algo insolente.
En otras palabras: prepárate para que las certezas se disuelvan como tinta en agua caliente. Lo que ayer parecía lógico, hoy se convierte en un enigma. Lo que dabas por sentado, se tambalea. Pero no es el fin del mundo, sino el principio de un cambio radical de paradigma en el pensamiento, las ideas y todo cuanto hemos nombrado con anterioridad.
¿Cómo se navega una época así?
Con curiosidad sin miedo. Con humor. Con pensamiento crítico, sí, pero también con capacidad de asombro. Porque este Urano en Géminis no viene a darte respuestas —eso sería demasiado cómodo—, sino a entrenarte en el arte de hacer las preguntas buenas, esa que abren caminos, que te obligan a mirar de otro modo y que no tienen botón de respuesta automática, como esas que antes te salían por pura inercia o costumbre.
Puede que estés recibiendo muchas notificaciones, pero ¿escuchas la notificación interna, la conversación contigo mismo? Esa que te dice «cambia de canal, actualiza tus ideas, suelta la vieja narrativa…» Géminis es aire, y Urano es rayo. Juntos, no te dan un mapa, pero sí una antena. Y tal vez de eso se trata: de afinar la antena en medio del ruido. No para tener todo claro, sino para sintonizar lo esencial y, al mismo tiempo, resintonizarte a ti mismo.
Así que lee, escribe, habla, calla a tiempo, escucha lo que no se dice, y, sobre todo, no dejes que nadie piense por ti. Urano en Géminis premia a los que se atreven a pensar distinto, incluso si eso incomoda. A quienes tienen el valor de ser auténticos y de ir por la vida sin miedo, sabiendo que ésta es un continuo aprendizaje que realmente se extrae cuando nos atrevemos a experimentarnos, a vivir a pleno pulmón y a ser nosotros mismos. Porque la experiencia es la madre de la ciencia.
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