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Esta semana (una vez más, por enésima vez… los plastas estos…) se publica un artículo, en esta ocasión en la bbc que proclama la aparición de un nuevo signo del Zodiaco; que si ahora los signos zodiacales son 13 en lugar de 12; que si eres de un signo distinto al que creías ser… y todas esas monsergas.

Y una vez más, aquí va parte de la explicación, para que todo el mundo sepa que no ha cambiado nada.

La polémica es vieja. Apareció por primera vez en el año 1995. Entonces, escribí el libro titulado Ofiuco, ¿el nuevo signo del Zodiaco?, cuya portada muestro aquí, para poner las cosas en su sitio, pues no por mucho propagarse una mentira se convierte en verdad.

Aquí os dejo con la introducción del libro y enlace para adquirirlo ahora en versión digital completa y sin censura:

Ofiuco, ¿un nuevo signo del Zodiaco?

 

“INTRODUCCIÓN AL LIBRO

El día  22 de enero de este mismo año, los periódicos españoles, emisoras de radio y televisión empezaban a hacerse un fuerte eco de la noticia que se había difundido desde Gran Bretaña a través de la BBC y de la Real Sociedad de Astronomía británica, según la cual se había descubierto una nueva constelación: Ofiuco. A partir de ahora, los signos del Zodíaco serían trece y  no doce. Además, la mayoría de las personas tendrían que cambiarse de  signo, pasando a pertenecer al signo anterior en el orden del Zodíaco.

La  avalancha de llamadas a lo largo de los días siguientes, de amigos,   clientes, colegas y medios de comunicación fue tal que estuve una semana  colgado al teléfono, escribiendo artículos y participando en debates de radio y televisión para explicar mi punto de vista. Una de las primeras llamadas que recibí fue la de Lluis Cassany, un editor que desconocía, para proponerme un libro sobre el tema de la “nueva constelación”. Aunque, a centenares de  kilómetros de distancia, ambos vivimos junto al mar. Nuestro primer apellido, poco común, es casi idéntico. No sé hasta qué punto estas circunstancias me pudieron influir para que aceptase el reto de escribir este libro en tan solo un mes, cuando además había algunas conferencias y viajes que ya no podía anular.

De cualquier modo, el tema me atrajo, lo conocía bien y no tenía que  documentarme demasiado. Además, había que ir dejando las cosas claras.

Entre el  aluvión de noticias y reseñas de todo tipo, algo quedó inmediatamente en evidencia: la Astrología no es extraña a la sociedad. Cada vez interesa más al ser humano.

En uno de los debates televisivos en los que participé se llevó a cabo una   encuesta con gente de la calle, preguntándole si creían o no creían en la  Astrología. Salió un abrumador 70% de creyentes y menos de un 30% de no creyentes. Sin pretender dar validez a una encuesta realizada sobre la marcha, me parece que se transmitía el sentimiento real de la gente de la calle. Y, como señalaba un científico que salió en defensa de la Astrología en un periódico, si  la mayoría de gente cree, no vamos a pensar que todos están equivocados o  son tontos. Otro aspecto curioso se produjo cuando la gente era preguntada sobre si estaban dispuestos a cambiar de signo del Zodíaco; la inmensa mayoría mostraron su contrariedad a cambiar y decían sentirse identificados por el signo al que pertenecen. Más aún, lo que parecía es que al proponerles cambiar de signo, reaccionaban como  si se  les intentara desprender de una de sus señas de identidad a  la que, por supuesto, se han encariñado.

En aras de la verdad, hay que señalar brevemente tres puntos:

  1. Es  imposible  descubrir  una  constelación superconocida desde la antigüedad, que aparece en la  mayoría de planisferios celestes.
  2. Los signos del Zodíaco son una clasificación y las constelaciones, otra, son dos  divisiones total y plenamente diferenciadas, a no confundir.
  3. No sé hasta qué punto la doctora Mitton, difusora de la noticia, conoce  su materia, pero muestra una ignorancia total en Astrología, la materia sobre la que intenta ilustrar.

Estamos, pues, ante un  nuevo ataque. Parafraseando al filósofo Kant, conscientes como somos de que la Astrología goza de una alta consideración y popularidad, no es extraño que invite a la censura. Opino que la crítica es sana, necesaria -lo proclamaba Popper- para reconocer lo ignorantes que somos. Ya lo dijo Sócrates: “solo sé que no sé nada.”

Algunos pobres de espíritu se escudan tras el nombre de la ciencia para atacar aquello que desconocen y miden con el mismo rasero a todo un colectivo, el astrológico en este caso. Mal científico es quien condena algo sin haberlo estudiado, sin haberlo testado para poder refutarlo, sin aplicar el método  científico, en definitiva. Si realmente buscasen la verdad ¿no deberían ocuparse primero de  limpiar su  propio patio trasero?  Son muchos los   científicos, astrónomos entre ellos, que han falseado datos conscientemente para alcanzar gloria o para lucrarse.

Es deplorable que este ataque provenga  -y no es el primero- de un astrónomo,  porque la  Astronomía surgió como hija natural de la Astrología. Los observatorios deben ser faros del conocimiento, pero hay veces que alguno de sus moradores enturbia esta función, igual que la contaminación atenta contra  la limpia observación estelar. Entonces se cumple aquel viejo proverbio chino: “La oscuridad reina a los pies del faro”.

A veces, ante todas estas cuestiones, a pesar de tener en alta estima a los científicos  en general y a lo que de positivo tiene la ciencia, uno empieza a encontrar sentido a lo que decía el cineasta Luis Buñuel: “En  general encuentro a la ciencia analítica pretenciosa, superficial, porque no tiene en cuenta los sueños, el azar, la risa, los sentimientos y las paradojas, las cosas que más amo.”

La Astrología, además de ser la primera ciencia y la primera religión, está llena  de magia y simbolismo, es incluso una cuestión de estética, es apasionante,  atrayente, incluso erótica,  diría yo. La Astrología es como el amor, invisible pero de poderosos influjos. La vida y el conocimiento siempre tendrán algo de magia. Es una lástima que haya personas con una pérdida de sensibilidad tan acusada que no lo puedan apreciar.

Pero que nadie se llame a engaño: la Astrología y la Ciencia no tienen ningún tipo de rivalidad, lejos de lo que algunos se empeñan en querer transmitir o de  las campañas periódicas de intoxicación y desprestigio. Los verdaderos científicos, como los verdaderos astrólogos, andamos a la búsqueda de la verdad, una búsqueda que no permite sentar cátedra sobre lo desconocido,  una búsqueda que podría tener en mente aquellas palabras del genial Niels Bohr: “Cada frase que pronuncio no puede considerarse una afirmación, sino una pregunta.”  Y en este sentido, rogamos sea entendida la totalidad de este libro. El pensamiento debe ser tolerante, no inquisitorial, bastante caro ha costado ya a  la historia de  la humanidad y del  conocimiento, y está costando, la actitud contraria.

Los  astrólogos agradecemos y alentamos, como siempre hemos hecho, los avances de  la Astronomía y las ciencias en general, y seguiremos aprovechándonos de ellos. La astrofísica y, más concretamente, la física de partículas, así como la biología molecular, serán probablemente quienes den el espaldarazo final a la Astrología en tiempos modernos.

Los astrólogos no sabemos las causas, pero funciona. A los astrónomos y científicos en general esto no debe extrañarles. La Naturaleza ha tenido que  esperar miles de años a que llegáramos a comprender cosas tan simples como que la Tierra es redonda, cuando se creía plana. En definitiva, nuestra ignorancia sobre determinado mecanismo no invalida el funcionamiento ni quita importancia al fenómeno incomprendido. Tampoco antes se conocía la ley de   la gravitación universal, y las manzanas igual caían al suelo.

Por otra parte, todos sabemos que nuestros sentidos son bastante limitados: hay muchos colores que nuestros ojos no pueden ver, igual que hay sonidos que nuestros oídos no oyen, pero ¿dejan por ello de existir?  Evidentemente, no. Parece bastante claro que a mayor evolución del conocimiento y mayor desaparición de las telarañas del prejuicio y pérdida de la ignorancia, más  cerca estamos de la reafirmación de la Astrología y de que ésta sea considerada como ciencia.

El conocimiento avanza inexorablemente hacia nuevos paradigmas, haciendo descubrimientos auténticamente maravillosos y que en otros tiempos hubieran parecido pactos con el mismísimo diablo. Basta recordar como la inquisición llevó a la hoguera a Servet por afirmar que la sangre corría por nuestras venas o a tantos otros mártires de la Inquisición por afirmar cosas que se contraponían a la fe.

Uno intuye que si hay detractores que tienen tanta obsesión por la Astrología es porque en el fondo son aficionados, aspirantes a amar una ciencia que desconocen y por la que sienten atracción, pero que al mismo tiempo les da miedo. Invitémosles, pues, con aquella frase de una de las más célebres  científicas, Marie Curie: “Dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender.”

(También publiqué una doble página en el diario El Mundo del día 23 de enero de 2011, con motivo de una de tantas veces que se desató esta vieja mentira)